DOMINGO IV DE ADVIENTO - B
"... Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo..." (Lc 1,26-38).
¿Qué imagen tenemos de la Virgen María? A veces, como la de una persona blanda, un poco ñoña, incluso; llena de coronas y flores, con las manos juntas y envuelta entre nubes.
¡Qué equivocación!
La Virgen fue una mujer muy resuelta, muy viva y firme, con una claridad impresionante de su identidad y sentido de vida.
Curiosamente, los evangelios no nos la presentan nunca rezando, sino en movimiento, en acción: para ver a su prima, camino de Belén, huyendo a Egipto, yendo al templo, asistiendo a unas bodas...
Llamada a una misión grandiosa, se mantiene siempre a la altura de su encargo con fidelidad hasta el final. Respondió siempre con fe a los acontecimientos de su vida.
¿Qué significa responder con fe? Significa que ella creyó que, aunque no lo entendiera, había siempre una conexión entre lo que le ocurría y Dios. Jamás estaba su vida sometida al azar.
De pronto, Dios la hace madre soltera sin culpa. Arruina completamente su vida y para siempre. Tiene todo el derecho a quejarse y ella ¿qué hace? Pues canta el magníficat, proclamando la grandeza del Señor, lo que ha hecho en su vida, con una alegría desconcertante y misteriosa.
Esta es nuestra madre.
(E.A.)

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