SALMO 22
Lo que hiere la vida Dios lo sabe.
Me deja en el verdor de su pradera
y, cerca, el hontanar, por si quisiera
reponerme las fuerzas y, así, acabe
la ausencia de su amor que ya no cabe
tanta nostalgia en tanta primavera.
¡Que me busque otros pastos!, lo que quiera,
antes que el tiempo del dolor se agrave.
Aunque camine por cañada oscura
siento cerca tu lluvia de ternura.
Nada temo si tú marchas conmigo.
Tu cayado es la cruz que me sosiega
y, en mi huerto, la muerte ya no siega
pues me pides mi amor, como un mendigo.
(J.L.A.)

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