Estoy en la barca, Jesús,
y parece casi hundida.
Grito con fuerza: ¡Ven!,
creyéndote en lejanía.
¡Ven!, repito con fuerza;
llévame a la otra orilla.
Y, en un instante impreciso,
casi caigo de rodillas.
Algo me empuja por dentro
y remo sin pausa y sin prisa.
Al fin llegamos a puerto.
¿Qué es esto?, yo me pregunto.
Es el zigzag de la vida.
Volcada en la faena,
te llego a perder de vista.
Todo me dice que duermes,
mas yo soy la dormida
porque vivo sin vivir en ti
a todo correr... y ¡fría!
Ahora sé que conmigo
navegas día tras día,
alientas mi caminar
y, si te "veo",
todo torna a la calma
y brota la alegría.
Sé que conmigo estás
y el bregar a diario
ya no es tanto "cuesta arriba".
(R.M.)

Escribir comentario