Lo que temo, Señor, no es no quererte.
Sí que sea mi amor de tal manera,
que ya no fuera amor, sino que fuera
un querer temeroso de perderte.
y anochezca mi voz al no tenerte
y me ciegue sin ti. Yo no quisiera
sajar de sopetón mi vida entera
y ver en soledad mi propia muerte.
¡No te apartes de mí! La lejanía
desgarra mi esperanza y perdería
memoria de tu Ser, de hallar la puerta
en donde refugiarme ¡tan cansado!
Así que esperaré. ¡Ven a mi lado
por el alma, Señor! ¡Siempre está abierta!
(J.L.A.)

Escribir comentario