Al borde de tu cruz tengo apoyada
la mía, ¡tan pequeña! Es tu madero
quien me sostiene vivo. Solo quiero
que la cruz no retires de mi nada.
Mi madera en la tuya está enclavada
y no sé si eres tú o yo el prisionero.
Prefiero serlo yo, callado, pero
abrazado a t u cruz ensangrentada.
Escúcchame un momento. Deja que hable
de saciar esta sed incontrolable
en tu fuente de amor, tan oportuna
mientras mis faltas en tu sangre lavo.
Por eso quiero que, a la vez, nos una,
a tu cruz y a mi cruz, el mismo clavo.
(J.L.A.)

Escribir comentario