Espiritualidad benedictina

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Espiritualidad Monástica benedictina

1- ¿Quiénes somos los monjes y monjas benedictinos?

Me voy a acercar a lo específico de nuestro carisma monástico con mucha reverencia deseando no estropearlo ni desfigurarlo.

Para entenderlo bien querría presentar, muy brevemente, la vida de San Benito.

Nace en el s.V en Nursia, Italia, cuando el imperio romano está en plena decadencia, con un caos tremendo; y se desmorona bajo el poder de los bárbaros. Todo es ruina: material, moral y espiritual.

En ese contexto, se alzan muchas voces que salen a predicar, luchar, denunciar… Benito, cuando apenas tiene 17 ó18 años, se retira al desierto, a la soledad de Subiaco.

Este apartarse del mundo no le lleva a desentenderse de él. Simplemente sigue un camino totalmente diferente. Se da cuenta de que para solucionar los problemas de su tiempo son necesarios ciertamente instrumentos políticos, económicos, jurídicos… pero es imprescindible, sobre todo, una renovación espiritual que sea nueva savia vital para el hombre. Y se dedica a pedir esto a Dios para toda la humanidad.

San Benito, recogiendo toda la tradición monástica, presenta al monje como un hombre o una mujer sencillos, cuya única misión es buscar a Dios, llegar a una profunda unión con él. La esencia de la vida monástica es la intimidad con Dios que brota del amor.

Lo más característico del monje es una atracción por Dios, por el Absoluto, por la transcendencia y también una llamada a investigar sobre el misterio
de la vida.

La vocación monástica tipifica la llamada de todo hombre a la unión con Dios, representa este aspecto del ser humano profundamente arraigado en su naturaleza y el monje no tiene en su vida más objetivo, responsabilidad y obligación que ésta.

Es tan importante esto que San Benito lo establece como único criterio para comprobar si alguien tiene una llamada monástica: “Si de veras busca a Dios” (RB 58).

Para realizar este ideal, el monje ingresa en un monasterio que San Benito identifica con una “escuela del servicio divino”, (Prol 45), “un taller del arte espiritual” (RB 4). La oración es la principal asignatura que debe aprobar el monje a lo largo de su vida, su principal misión.

Otro aspecto del carisma monástico es un profundo sentido de la impermanencia, de que todo termina muy pronto y de que la alegría producida por las cosas transitorias es muy pasajera.

En el monje resuenan con insistencia ciertas preguntas: ¿dónde encontrar estabilidad, continuidad, apoyo firme? Desea descubrir una realidad no sujeta al cambio.

La vida se va así unificando, orientando hacia una sola meta: afianzarse en la transcendencia aspirando a la unión con Dios dejando de lado todo lo que puede distraer de ese fin, no por considerarlo malo, sino secundario.

Ciertamente que otros objetivos se van también desarrollando: estudios, trabajo, relaciones… pero siempre de forma secundaria.

Hacerse monje comporta unas elecciones particulares que la mayoría de los hombres y mujeres no están llamados a hacer. Son elecciones cuyo fin es el permitir desarrollar nuestra vocación -lo que da sentido a nuestra vida-, darnos libertad para vivir conforme al querer de Dios para nosotros.

Finalmente, viene el deseo de concretar esta búsqueda de Dios junto a una comunidad de hermanos o hermanas que caminan juntos con el mismo carisma.

2- Valores fundamentales del carisma monástico

El constante rumiar la Palabra de Dios, la obediencia, la humildad, la alabanza, el silencio, la soledad, la vida de familia, la sencillez de vida, la pobreza, el trabajo y la acogida.

3- ¿Para qué sirve la vida monástica?

El escándalo de la vida monástica para nuestra sociedad actual es que el monje no produce nada, no realiza nada concreto, y su vida parece completamente inútil.


El monje no puede ser definido por su función, por lo que hace, sino por lo que fluye de su ser, por quién es él, por su identificación con Cristo. Su fecundidad no está en la línea de la productividad o de la eficacia, sino en la de la fidelidad, de la presencia perseverante.

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Espiritualidad benedictina

4 - Misión del monje

Es de orden espiritual, ayudar a toda la humanidad en la dimensión espiritual.

Contribuir al renacimiento espiritual de todos. Un monje o monja se hace padre/ madre espiritual mediante la oración y su ejemplo de vida.

    4. 1- Nuestra misión de cara a Dios:

    La alabanza y la intercesión las realizamos mediante la celebración litúrgica ejecutada con la máxima solicitud y belleza y a la que deseamos incorporar a todos los hombres.

    La Iglesia delega, de modo particular, a las comunidades monásticas, el honor y la obligación de mantener en la tierra el himno de alabanza que el Verbo introdujo en el mundo al encarnarse y del que Jesús hizo depositaria y responsable a la misma Iglesia.

    4. 2- Misión del monje de cara a los otros hombres:

    Acogerlos. La acogida del huésped “como a Cristo en persona” es la forma más concreta de hacernos cercanos a todo el dolor humano. Los monjes no pasamos de largo. Nuestros monasterios son lugares de encuentro, de sanación, de escucha, de atención a las pobrezas tanto materiales como espirituales de nuestro mundo.

    Ya al leer los apotegmas o sentencias de los primeros monjes llamados “padres del desierto”, nos sorprenden porque, a pesar de alejarse físicamente de la sociedad, o quizás gracias a ello, fueron especialmente sensibles a todos los problemas e interrogantes de los hombres y supieron dar respuestas válidas no sólo para su época, sino para todos los tiempos.

    “Monje es aquel que está separado de todos y unido a todos. Y monje es aquel que se siente uno con todos por la costumbre de verse a sí mismo en cada uno” (Evagrio Póntico).

    Ser un recordatorio: ¿De qué?
    Debemos ser como un constante recordatorio de la primacía de Dios en todo, como una especie de alarma, despertador. Somos monjes para mantener encendido en el corazón de cada hombre el deseo de Dios.

    ¿Cómo ejerce su caridad el monje?
    El monje expresa su amor por los demás rezando por ellos. Otros expresan su caridad hablando con ellos, dándoles de comer, curándolos…. El monje rezando.

    Al rezar por otra persona el monje le hace presente el amor de Dios hacia él. No está llamado al activismo. Su ejercicio de la caridad nace de una vivencia espiritual profunda, muy audaz y comprometida. Una vivencia que más que hacer cosas busca cómo decirle al hombre que Dios le ama incondicionalmente.

    4. 3- La lucha contra el mal

    que no es contra seres de carne y hueso sino contra “los principados, potestades, los dominadores que habitan el mundo de las tinieblas, contra las fuerzas supremas del mal que habitan en el espacio supraterreno. (Ef 6, 12).

    Síntesis

    Monje es una persona que busca ante todo el encuentro con Dios. Tiene la intuición de que su forma de vida, realizada en una comunidad de hermanos, es fecunda para toda la humanidad como fuente primera de transformación cósmica.

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    Es de orden espiritual, ayudar a toda la humanidad en la dimensión espiritual

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